Patria o Netflix 

Patria o Netflix 

El cine argentino al auxilio de la soberanía  

Por Lautaro Véliz 

La violenta represión a trabajadores y estudiantes del sector audiovisual por parte de la Policía de la Ciudad a cargo de Horacio Rodríguez Larreta que tuvo lugar hace algunos días en las inmediaciones del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales tuvo una enorme repercusión en la esfera pública digital, y aunque nos resulte difícil de creer, otra vez estamos discutiendo si los consumos culturales de los argentinos serán financiados por la acción organizada y planificada del Estado, o si, por el contrario, quedarán sujetos a las voraces voluntades del mercado. Un debate que, lejos de agotarse, pareciera aún hoy incomprensible para buena parte de la población. 

Apenas había pasado un rato del violento episodio y, para no perder la costumbre, los voceros de las corporaciones no tardaron en agitar en sus redes sociales una sinfonía de consignas con un único objetivo: el de minimizar, deslegitimar y demonizar la inversión estatal en consumos audiovisuales y culturales. Ninguno de ellos pareciera recordar que en los últimos años el cine argentino fue reconocido y premiado en concursos y festivales del mundo entero. Pero sin dudas lo más peligroso de la cuestión es que estos nefastos personajes parecen ignorar por completo de dónde sale, cómo se organiza y cómo se distribuye el dinero que otorga el INCAA a través del Fondo de Fomento Cinematográfico. Éste utiliza recursos generados por la propia actividad audiovisual, conformados de la siguiente manera: el 10 % de todas las entradas de cine vendidas, el 10 % del monto recaudado por cada película que se vende o alquila, y el 25 % de lo que recauda el Enacom por el pago que realizan empresas nacionales y extranjeras por el uso de señales de radio y televisión argentinas.  

 
Por ello, cuando leemos en las redes que “financian películas que no mira nadie con la plata de mis impuestos”, nos vemos obligados a explicar una y otra vez que los fondos que utiliza el INCAA no salen del presupuesto de la Nación (IVA, ingresos brutos, ganancias) y que, si bien este slogan es repetido hasta el cansancio por los mismos malintencionados de siempre, no hace más que desnudar su ignorancia y poner en evidencia sus intenciones.  

Los voceros de las corporaciones no tardaron en agitar en sus redes sociales una sinfonía de consignas con un único objetivo: el de minimizar, deslegitimar y demonizar la inversión estatal en consumos audiovisuales y culturales.

En medio de un cruce virtual con la actriz Verónica Llinás, el diputado José Luis Espert propuso “cerrar el INCAA y que sus ñoquis se busquen un trabajo digno”. Más allá de lo circense y de lo violento de sus manifestaciones (que ilustran a la perfección el desconocimiento absoluto con el que se animan a opinar) es necesario explicar la cuestión de fondo que aquí subyace. En un video que el diseñador audiovisual Alejandro Seba (1) publicó en sus redes, se describe con mucha claridad el circuito laboral que se desprende de la existencia misma del INCAA y de su actividad. El Fondo de Fomento Cinematográfico se utiliza para festivales, concursos, creación de los “espacios INCAA” y la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (Enerc), una escuela de cine pública y gratuita con cinco sedes en todo el país, además de financiar alrededor de 150 producciones locales por año. Como resultado, la industria argentina de cine da empleo a más de 300.000 familias, entre actores, directores, técnicos, abogados, contadores, corredores de seguros, servicios de transporte, proveedores de catering, casas de alquiler de equipamiento, vestuario y escenografía, investigadores, guionistas, dobles de acción, realizadores de efectos visuales, diseñadores gráficos, fotógrafos, músicos, personal de seguridad, escribanos, personal de salas de cine, distribuidores, periodistas, críticos, organizadores de festivales. Además, genera contenido para televisoras y operadoras de cable que, a su vez, son las que aportan al propio Fondo. 

Image

Detrás de la disyuntiva sobre la relevancia del INCAA en el ámbito cinematográfico nacional conviven miles de trabajadoras y trabajadores que dedican un tiempo y un esfuerzo incalculables a poner al cine argentino en un lugar de privilegio, apostando a producir contenidos de calidad aunque no tengan la certeza de lograrlo. La lógica de las empresas mainstream nos propone una ingeniosa trampa que, por un lado, tiende a hacernos valorar especialmente las producciones que reciben un galardón o las más miradas de las plataformas on demand. Esta visión (que no entiende la importancia de los procesos creativos en tanto valiosos recorridos por estar entrenada únicamente para ponderar de acuerdo al “éxito” y al resultado final) pareciera olvidar que por cada película premiada hay cientos de ellas que pasan sin dejar huella y otras tantas que se desechan sin siquiera lanzarse. Y por el otro, alimenta la creencia de que una industria de cine en manos privadas resultaría en soluciones mágicas y en puros éxitos de taquilla, algo que no ocurre en ninguna región del mundo.  

La lógica de las empresas mainstream nos propone una ingeniosa trampa que, por un lado, tiende a hacernos valorar especialmente las producciones que reciben un galardón o las más miradas de las plataformas on demand, y por el otro, alimenta la creencia de que una industria de cine en manos privadas resultaría en soluciones mágicas y en puros éxitos de taquilla.

Para pensar nuestro vínculo con Netflix y compañía es necesario señalar cuánto representa la defensa de un cine nacional, independiente y soberano, que pueda ser pensado, realizado y narrado por argentinxs, y sea capaz de expresar las múltiples aristas de nuestra cultura popular. Difícilmente encontremos refugio en la fugaz agenda de los gigantes del streaming. La concepción de que debemos resignar nuestros propios contenidos audiovisuales porque “no los mira nadie” o “no son interesantes” es tan vaga que se cae por su propio peso: ¿cuáles son los contenidos que interesan?, ¿para quién?, ¿es acertado asociar la idea de éxito a aquellos consumos que se vuelven masivos?, ¿es la oferta Netflix representativa de nuestras diversidades?, ¿están allí los gritos de los expulsados hacia fuera de los márgenes?, ¿de las minorías discriminadas?, ¿y las de nuestros pueblos originarios?  

Resulta urgente discutir si vamos a seguir siendo contados por el Norte colonizador o serán nuestras voces las que hablen de nuestros problemas, reivindiquen nuestras identidades, celebren nuestras costumbres y relaten nuestra historia. 

(1) Disponible en Instagram (@dis_aleseba) y Facebook (Alejandro Seba). Alejandro Seba es docente y Coordinador Académico de la Carrera Diseño de Imagen y Sonido (UBA) 

Lautaro Véliz es especialista en política latinoamericana, licenciado en Periodismo e integrante del consejo editor de La Tela   

,