Una historia que se escribe entre todxs
Por Eugenia Jalif.*
El 24 de marzo se cumplieron 47 años del último golpe militar en Argentina. Si bien este es un día especialmente simbólico en cuanto a la memoria, es importante sostener que todos los años, todos los días, debe renovarse la obligación de repensar los acontecimientos que formaron nuestra historia. Y es allí donde el arte, como siempre lo hizo, se transforma en un lugar de resistencia y de renacer ante las adversidades y la oscuridad.
En la Ciudad de Buenos Aires, se pueden encontrar dos importantes lugares donde el arte dialoga con la historia en su afán de mantenerla presente. El primero de ellos, creado en 1998, es el Parque de la Memoria-Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado. Es un espacio público abierto, rodeado de naturaleza y embellecido en sus límites por el Río de la Plata. Además del Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado, en el parque funcionan la Base de Datos de Consulta Pública, un programa de arte público y la Sala PAyS, un espacio de exhibición de muestras de arte contemporáneo.
Pero sin lugar a dudas, lo que más se destaca son los monumentos de reconocidos artistas que dialogan con el entorno y narran la muerte y la desaparición. Una de las obras más significativas es la escultura de Claudia Fontes “Reconstrucción del Retrato de Pablo Míguez” (imagen de slider), en la que la artista diseñó una pequeña figura concebida específicamente para el Río de la Plata, lugar en donde fueron arrojadas muchas de las víctimas del Terrorismo de Estado. La escultura se basa en el retrato de Pablo Míguez, un adolescente desaparecido cuando solo tenía 14 años (quien, si aún viviera, tendría hoy la misma edad que la artista). Que su obra este literalmente inmersa en el río y se devele a medida que uno avanza por una pasarela para quedar frente a la pequeña figura de espaldas es verdaderamente conmovedor.
Otra que vale la pena destacar es “Pensar es un hecho revolucionario”, de Marie Orensanz, una obra que se vislumbra casi desde la puerta. El impacto visual que genera un texto calado en acero de gran altura invita a completar la figura hueca con el paisaje que funciona como fondo, proponiéndole así una reflexión al espectador, que debe recomponer el texto en su mente y participa del proceso implícito en su significado.
Por último, se destaca “Monumento al Escape” de Dennis Oppenheim. A primera vista, concentra nuestra atención por su llamativa composición de tres estructuras geométricas que aparentan hacer equilibrio en un espacio abierto. Al acercarnos y leer la información de la obra, vemos cómo el artista partió de la estructura cerrada y compacta de un cubo como referencia simbólica a los centros clandestinos de detención, pero esta vez pensados desde una materialidad luminosa y abierta; ya lejos de representar una prisión, y, por el contrario, más ligadas a la idea de libertad.
Recorrer el Parque de la Memoria, con el Río de la Plata como testigo mudo de una época, y la monumentalidad de sus obras constituye un recorrido contundente y emotivo.
El segundo espacio es el Centro Cultural Haroldo Conti, lugar que fuera vecino del terror y de los horrores ocurridos en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). También se trata de un lugar abierto a la comunidad y funciona como difusor de cultura y de los derechos humanos. Fue creado en el año 2008 como un organismo público dependiente de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y su nombre rinde homenaje al escritor argentino secuestrado y desaparecido desde 1976. El lugar de emplazamiento de este espacio ya de por sí es contundente: comparte predio con uno de los centros clandestinos de detención, tortura y extermino más emblemáticos de nuestra ciudad: la ESMA.
En el Conti, como se lo conoce en el mundo cultural, pasa de todo. Múltiples propuestas de diversas disciplinas como el teatro, el cine, las artes visuales y la danza junto con actividades y proyectos especiales, todos ellos atravesados por una única premisa: la de resignificar desde el arte un sitio emblemático de privación, exclusión y muerte.
Si bien allí no funciona una exposición permanente, desde el área específica de las artes visuales se proponen muestras con temática similar y artistas con obras con un fuerte compromiso social.
Estos espacios nos invitan, a través sus propuestas, a reflexionar y a mantener activa nuestra memoria. Son las referencias directas e indirectas de las obras las que funcionan como el recuerdo de una época que aún nos duele. Cada pieza se presenta como un testimonio vivo de una historia que es de todxs. El arte siempre ha sido un campo de batalla: de militancia, de compromiso, de reflexión en torno a la experiencia personal como así también de lo colectivo. A través de sus discursos, sea el lenguaje que sea, nos deja asomarnos a ese mundo que bordea un límite finito y sutil entre lo bello y lo perturbador.
Los múltiples discursos poéticos de los lenguajes artísticos contemporáneos nos permiten generar puentes tanto históricos como emotivos en donde la memoria nos sirve como medio para llegar a un futuro de aprendizaje, de consciencia de una época y de un deseo colectivo: el del “Nunca más”. La memoria y sus múltiples aristas es evocada y recreada por artistas que le dan color y forma en cada una de sus obras. Retazos, fragmentos y apariciones que encuentran lugar en piezas escultóricas, obras de teatro, ciclos de poesía, monumentos públicos o pinturas. Nos interpelan, como espectadxres, como ciudadanxs, como habitantes de una nación que construye su historia colectivamente y en donde el arte se vuelve una evidencia que resulta transformadora.