Memorias utenianas
La primera colación de grado de la UTN
Por Julieta Gret
Memorias utenianas es un espacio de memoria y reivindicación de las vivencias que marcaron un hito para nuestra comunidad tecnológica; un recorrido por la historia desde la mirada de nuestra universidad, con el testimonio directo de sus protagonistas. Reconocer la existencia de diferentes “memorias” nos compromete a asumir que la historia es objeto de lucha, escenario de disputa por la producción, interpretación y apropiación de los sentidos de un pasado que aún perdura en nuestra memoria colectiva. En el marco del día de la graduada y el graduado tecnológico, efeméride que se festeja todos los 8 de julio con motivo de la primera colación de grado de la UTN, recuperamos una entrevista realizada por el equipo de Cultura y Comunicación de la SCEU de Rectorado al Ing. Bernardo Barg, graduado de la primera colación de grado de la UTN.
Bernardo Barg nació en 1932 en el barrio de Floresta y falleció en 2014 en la ciudad de Mar del Plata donde residía. Fue ingeniero en Construcciones Mecánicas y recibió su título en la Primera Colación de Grado de la Universidad Tecnológica Nacional, realizada en la Facultad Regional Buenos Aires, en 1960.
En sintonía con la propuesta original de que la UON abriera las puertas del sistema universitario a la clase obrera, los requisitos para el ingreso no eran restrictivos. Decía Barg: “tenía que presentar un certificado de trabajo y mi libreta de sexto año como egresado de la escuela industrial. Con eso me inscribí. El ingreso fue fácil, simple”.
El ingreso a las aulas
Egresado en la enseñanza media como técnico mecánico, fue el primer integrante de su familia que tuvo la posibilidad de acceder al sistema universitario. Su ingreso a la UON fue en marzo de 1955 y siempre recordaba con claridad las palabras de su jefe cuando le comentó sus intenciones de anotarse a cursar ingeniería: “¡No! ¡Qué va a hacer usted, va a perder el tiempo! ¡Usted no precisa ir! ¡Necesita un poco más de matemática y nada más!”. A pesar de este consejo del director de la obra, un ingeniero, Bernardo optó por no hacerle caso.
Barg también tuvo que sortear un prejuicio muy arraigado en el sentido común de entonces: a los graduados de la Universidad Obrera se los catalogaba como “de segunda”. Aun así, decidió ingresar en la UON para formarse como profesional: “…en la UBA –contaba– no había ingeniería electromecánica. Había que ir a La Plata. Yo no tenía esa posibilidad ya que debía trabajar y estudiar. En las universidades tradicionales casi diría que eso era imposible”.
El tránsito desde la escuela industrial a la UON no había sido, para él, un proceso abrupto. Según su interpretación: “La idea de la creación de nuestra universidad fue de dos viejos profesores del Otto Krause, el Ing. Klein y el Ing. Pezzano. Ellos pensaron una universidad para los egresados de las escuelas industriales de la Nación y la diseñaron como una escuela secundaria. No como la universidad que es la gran aula, donde el gran señor profesor da la clase magistral. Por eso no notamos un cambio tan tremendo”. Y agrega: “Teníamos clases diferentes a las universidades tradicionales, que eran clases magistrales. Se llamaba sistema seminario al sistema por el cual uno iba como alumno, se sentaba en un banco y el profesor dictaba la clase frente a un pizarrón”. Sin embargo, aclara con entusiasmo: “Ojo que los profesores eran de altísima calidad y de muy buen trato. No recuerdo todos los apellidos ahora, pero eran de renombre. Por ejemplo, el Ing. Falco y el Ing. García”.
En sintonía con la propuesta original de que la UON abriera las puertas del sistema universitario a la clase obrera, los requisitos para el ingreso no eran restrictivos. Decía Barg: “tenía que presentar un certificado de trabajo y mi libreta de sexto año como egresado de la escuela industrial. Con eso me inscribí. El ingreso fue fácil, simple”. Luego de trabajar, el futuro ingeniero cursaba casi todos los días, inclusive, algunas veces, los sábados: “Entraba al taller y a la oficina a las ocho de la mañana. A las cinco de la tarde me iba rajando a mi casa, tomaba una muy buena merienda y de ahí iba a Medrano. Pero en los dos últimos años, en vez de Medrano, cursamos en el Colegio Normal de señoritas de Córdoba y Riobamba, que nos prestaba aulas a la noche”.
Recibió su diploma en la primera colación de grado, en julio de 1960: “Para esa oportunidad, se juntaron primera, segunda y tercera promoción. Yo estaba en la tercera. (…) Recuerdo que fuimos al Aula Magna con mi mujer, ya estaba todo lleno así que estuvimos parados atrás.
Graduación y repercusiones políticas
Recordando el impacto de los procesos políticos de la época, Bernardo relataba: “Yo entré en marzo de 1955. La famosa Revolución Libertadora fue en septiembre de ese año. Cuando sucedió, un gran grupo de estudiantes, y eso lo vi con mis ojos, sacó al decano a patadas y escupitajos a la calle. El decano era un muy buen hombre, que no molestaba a nadie, pero lo sacaron a patadas. Luego de esto, no recuerdo quién tomó el mando de la universidad, pero continuamos las clases con los mismos docentes”.
Barg egresó con el título de ingeniero en Construcciones Mecánicas en el año 1960, luego de cinco años de cursada (según nos aclaró, al principio la carrera duraba 5, luego pasó a 6 años): “El último examen lo di el cinco de enero del sesenta. Rendí ingeniería legal. Era la que todos dejábamos para el final”. Recibió su diploma en la primera colación de grado, en julio de 1960: “Para esa oportunidad, se juntaron primera, segunda y tercera promoción. Yo estaba en la tercera. (…) Recuerdo que fuimos al Aula Magna con mi mujer, ya estaba todo lleno así que estuvimos parados atrás. Había una pequeña ceremonia, después cada uno iba y recibía su diploma que era entregado por las autoridades”. El título de grado decía: ingeniero en construcciones mecánicas (UTN). Según reconstrucciones de la época, esta aclaratoria entre paréntesis tenía cierta connotación despectiva para diferenciar a la Universidad Tecnológica del resto de las universidades. Incluso, Bernardo contaba que una vez graduado como ingeniero, si bien el trato por parte de otros colegas era respetuoso, él sabía que algunos lo consideraban ingeniero de “segunda”: “Estaba por encima esa miradita: ¡Ah! Sos de la Universidad Tecnológica… esa miradita por encima se notaba. De hecho, yo me inscribí en el Consejo Profesional de Ingeniería Mecánica y Electricista (COPIME) pensando que eso me iba a habilitar para todas las cosas. Después, me enteré de que había un Colegio de Ingenieros aparte, que era exclusivamente para los egresados de Buenos Aires y La Plata”. Pero ahí, no se pudo anotar nunca.
Había toda clase de ingenieros. Estaban los que no sacaban las manos de los bolsillos a lo largo de todo el día, y había ingenieros como yo, que si había un problema iban, veían qué pasaba y metían la mano”.
A pesar de los prejuicios, Bernardo siempre defendió su formación y, según compartió con nosotrxs, no sintió ninguna carencia en comparación con sus colegas de otras casas de estudio. Relataba con orgullo que “…un empleador me dijo que me tomó porque vio que yo tenía manos de trabajador. Yo no estaba con las manos en los bolsillos haciéndome el gran ingeniero, me metía y hacía cosas (…) Había toda clase de ingenieros. Estaban los que no sacaban las manos de los bolsillos a lo largo de todo el día, y había ingenieros como yo, que si había un problema iban, veían qué pasaba y metían la mano”.
En aquella oportunidad, como cierre de la entrevista, le preguntamos qué sentía en relación con la UTN, a lo que respondió: “Siento que me dieron la oportunidad de haber aprendido un montón de cosas que yo no conocía”. Entonces, insistimos: “¿Fue un poco más que ‘aprender matemáticas’ como le decía su exjefe? Y Bernardo expresó: “Sí, lógico que sí. Aprendí un montón de cosas más. No era como me decían ‘con lo que usted sabe basta’…”
La entrevista fue realizada el día 20 de noviembre de 2014, en la Ciudad de Mar del Plata, por Julieta Gret.
Julieta Gret es licenciada en Ciencias de la Comunicación y coordinadora editorial de La tela.