De la UON a la UTN
Por Julieta Gret y Ana Clara Isi
El sueño de los obreros es su Universidad: allí podrán profundizar sus estudios y llegar a ser profesionales, con la misma categoría que los demás. Será una Universidad autónoma; les voy a dar el gobierno a ellos mismos, pero exigiéndoles que sea un gobierno de aprovechamiento integral.
Reglamento de Organización y Funcionamiento de la Universidad Obrera Nacional, 1953.
Comprender la magnitud de la creación de la UON por parte del primer gobierno peronista implica necesariamente analizar la conflictiva relación que mantuvo, desde un principio, con la comunidad universitaria de aquellos años. Difícilmente se pueda explicar lo ocurrido entre 1946 y 1955 sin dar cuenta de lo acontecido a partir de la toma de gobierno que puso fin a la década infame en 1943.
La fuerte oposición entre el Grupo de Oficiales Unidos (GOU) y el movimiento reformista universitario se basaba en una serie de cuestiones que claramente marcaban puntos de inflexión entre ambos actores. El desconocimiento de la autonomía universitaria por parte del gobierno militar, la participación de la Iglesia Católica en la política nacional, y la identificación de varios funcionarios de la nueva administración nacional con el bando del Eje cimentaron la tensión gobierno-universidad que se tradujo, no solo en la pronta intervención de las instituciones académicas, sino, también, en la fuerte resistencia que, mediante huelgas y movilizaciones, ejerció la comunidad universitaria.
El triunfo de Perón en 1946, frente a la Unión Democrática –fuerza que contó con el activo apoyo de la Federación Universitaria Argentina y del rectorado de la Universidad de Buenos Aires– terminó de definir la pulseada entre dos sectores que, hacia fines de 1945, se encontraban enfrentados. Por un lado, el grupo liderado prioritariamente por Perón, que contaba con el apoyo mayoritario del sindicalismo y la clase obrera industrial, algunos sectores provenientes del conservadurismo y el nacionalismo, la Iglesia Católica y el Ejército. Por otra parte, un gran número de organizaciones empresariales, las clases medias, los profesionales e intelectuales, los partidos tradicionales y una gran masa de universitarios.
Para 1946, la universidad era un símbolo privilegiado de aquello a lo que el peronismo se oponía. Elitista en su composición social y cultural, y opositora en el plano político, el sistema universitario constituía un bastión del orden que había que subvertir.
Para 1946, la universidad era un símbolo privilegiado de aquello a lo que el peronismo se oponía. Elitista en su composición social y cultural, y opositora en el plano político, el sistema universitario constituía un bastión del orden que había que subvertir. La Reforma había sido traicionada, desvirtuada y utilizada como instrumento de las oligarquías que anhelaban el retorno del país a las épocas del colonialismo. El intento de derribar una universidad “medieval” para abrirla al pueblo había fracasado. La apertura parcial solo había permitido la incorporación de unos cuantos privilegiados del dinero o del título, dejando de lado a los sectores populares. Para el justicialismo, la misión de la universidad era adaptarse al pueblo, contribuyendo en la formación de una conciencia social sobre la cual se forjaría la patria libre, justa y soberana.
Ingenieros del decir, ingenieros del hacer
Entre 1944 y 1955, la “barbarie”, los “cabecita negra”, los jóvenes obreros aprendices pasaron a ocupar los primeros lugares en la jerarquía de los saberes relevantes; el “patito feo” del sistema fue convertido en la “niña bonita”, beneficiario del presupuesto y la prédica oficial. Esto es algo que la mayor parte de los estudiantes reformistas y los ingenieros tradicionales nunca le perdonaron al peronismo.
Dussel, Inés y Pineau, Pablo, 1995.
La política de desarrollo industrial del gobierno peronista requería la formación de mano de obra calificada. El 19 de agosto de 1948, mediante la Ley 13.229 del Congreso de la Nación, se crea la Universidad Obrera Nacional. Su funcionamiento fue reglamentado por decreto del Poder Ejecutivo del 7 de octubre de 1952, y fue finalmente inaugurada el 17 de marzo de 1953.
El 19 de agosto de 1948, mediante la Ley 13.229 del Congreso de la Nación, se crea la Universidad Obrera Nacional. Al recuperar los instrumentos de la cultura y el saber, y ponerlos a disposición del pueblo, la institución coronaba una larga serie de conquistas destinadas a generar condiciones dignas para los trabajadores.
La presentación del proyecto oficial de creación de la Universidad Obrera estuvo a cargo del diputado Ayala Torres. Tuvo como eje principal argumentar a favor de la capacitación de los obreros como contribución a la industrialización del país y como parte de su elevación cultural, tanto en el amor al trabajo como en su conciencia política. Al recuperar los instrumentos de la cultura y el saber, y ponerlos a disposición del pueblo, la institución coronaba una larga serie de conquistas destinadas a generar condiciones dignas para los trabajadores. La oposición parlamentaria —en su mayoría radical— apoyó el proyecto en general, pero planteó varios reparos. El diputado Gabriel Del Mazo, dirigente reformista, sostuvo en nombre de la bancada radical que la UON era la deformación de un proceso educativo normal, porque reducía la finalidad educativa a lo instrumental. El eje de este planteo -y otros realizados por el reformismo- era la denuncia de una nueva jerarquía de principios, del ataque al statu quo que consagraba la primacía de los valores intelectuales por sobre los manuales. La UON era considerada una creación demagógica para desacreditar a la universidad tradicional, así como un desvío de las clases populares del acceso a la “verdadera” universidad.
La orientación hacia la clase trabajadora se hizo explícita en el ingreso irrestricto; el único requisito era comprobar la condición de trabajador. A su vez, el gobierno de la Universidad era ejercido por el Rector, que debía ser un obrero argentino egresado de la Escuela Sindical dependiente de la Confederación General del Trabajo; y sería asesorado por un Consejo de Coordinación Industrial con participación patronal y obrera. Los obreros no solo eran “educandos” sino también educadores.
La intercambiabilidad de los lugares de docente y alumno era sin duda una herejía. Pero más subversivo aún era el desafío planteado, especialmente en términos discursivos, hacia el “ingeniero tradicional”:
(…) No queremos universidades para formar charlatanes y generalizadores. (…) Durante un siglo y medio de existencia hemos tenido millones de hombres capaces de decir cómo hay que hacer las cosas, pero muy pocos hombres que hayan sido capaces de realizarlas. (…) queremos ingenieros de fábrica qua no sean charlatanes atildados que vienen una vez por día a la mañana y veinte minutos para decir lo que hay que hacer, y después se van a la casa, al café o a la confitería. (…) Si formáramos un nuevo grupo de intelectualoides ignorantes, de los que tenemos tantos, que simulan saber para aprovechar de los que saben menos, no habríamos hecho un gran progreso sobre lo que tenemos. Lo que necesitamos son hombres leales y sinceros, que sientan el trabajo, que se sientan orgullosos de la dignidad que el trabajo arrima a los hombres y que, por sobre todas las cosas, sean capaces de hacer, aunque no sean capaces de decir.
Juan Domingo Perón, Discurso de inauguración de la Universidad Obrera Nacional, 8 de octubre de 1952.
La política educativa del peronismo disputó la legitimidad hasta entonces detentada por los “doctores” e “ingenieros” que tradicionalmente constituían la élite cultural argentina. En este sentido, la UON fue tan efectiva en cuestionar el problema del elitismo universitario, poniendo al obrero como sujeto pedagógico privilegiado, como en proponer una organización curricular novedosa, que atendiera a los intereses y necesidades de una población por demás heterogénea.
El 16 de septiembre de 1955, el golpe de Estado autoproclamado Revolución Libertadora derrocó al gobierno peronista con una saña pocas veces vista en nuestra historia. La UON, capital simbólica de la justicia social promovida por el peronismo en el campo educativo, no se mantuvo indemne.
La “Revolución Libertadora” y la desperonización del sistema universitario
El 16 de septiembre de 1955, el golpe de Estado autoproclamado Revolución Libertadora derrocó al gobierno peronista con una saña pocas veces vista en nuestra historia. Fueron prohibidos los nombres de Perón y de Eva, la utilización de los símbolos y el partido justicialista, e intervenidos los sindicatos y la Confederación General del Trabajo (CGT). El golpe no buscaba únicamente destituir al peronismo del ejercicio del poder, sino eliminar su influencia y legado de la realidad nacional.
La UON, capital simbólica de la justicia social promovida por el peronismo en el campo educativo, no se mantuvo indemne. El desesperado intento por desperonizar el ámbito universitario se manifestó claramente con la sanción del Decreto ley 6403, cuya función era “reparar el agravio sufrido por la universidad, sus profesores y alumnos durante la dictadura, y para asentar las bases de reestructuración de su claustro docente y la constitución de sus autoridades legítimas”. Las leyes 13031 y 14297 fueron derogadas para volver a la Ley Avellaneda; y se implementó un estricto control “moral” que impedía la participación en concursos de los docentes que “hayan realizado actos positivos y ostensibles que prueben objetivamente la promoción de doctrinas totalitarias adversas a la dignidad del hombre libre y a la vigencia de las instituciones republicanas” (1).
En su investigación sobre los orígenes y el devenir de nuestra universidad, Delia Teresita Álvarez de Tomassone señala que el alumnado gestó un movimiento de resistencia a partir del cual se creó la Junta Nacional de Estudiantes de la UON, organismo que reivindicaba la institución y reclamaba su continuidad, con apoyo incluso de los Centros de Estudiantes de Ingeniería. Sin embargo, el claustro facilitó el cambio de denominación que proponía erradicar de la universidad toda connotación que la vinculara con el peronismo, priorizando su supervivencia al resguardo de la identidad política que la hizo posible.
En septiembre de 1958 la Comisión de Educación del Senado presentó el proyecto de ley sobre reestructuración y cambio de nombre de la UON. Poco más de un año después, la Universidad Obrera Nacional empezó a funcionar dentro del régimen jurídico de autarquía bajo el nombre de “Universidad Tecnológica Nacional”.
En septiembre de 1958 la Comisión de Educación del Senado presentó el proyecto de ley sobre reestructuración y cambio de nombre de la UON. Entre los fundamentos, se planteaba que el nombre “obrera” no reflejaba la condición de su alumnado, a pesar de que para las jóvenes generaciones de los sectores populares que accedían por primera vez al nivel superior se hubiera consolidado como refugio y trampolín. Poco más de un año después, el 14 de octubre de 1959, con la sanción de la Ley 14.855, la Universidad Obrera Nacional, creada como organismo dependiente de la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional, quedó separada de tal vinculación y empezó a funcionar dentro del régimen jurídico de autarquía bajo el nombre de “Universidad Tecnológica Nacional”. Se habían fracturado las ligaduras que la identificaban con el proyecto peronista, y la misma institución había luchado por ello. En su intento por sobrevivir a los embates de la derecha antiperonista, buscó un espacio en el contexto de las universidades nacionales, al que solo logró acceder portando la marca del “estigma” popular.
A 74 años de la creación de nuestra universidad, recuperar la memoria de sus orígenes y las batallas que tuvo que enfrentar no solo es necesario, sino inevitable. Tras el largo proceso de destrucción de los símbolos populares al que nos sometieron el golpe del 55 y, en lo posterior, el terrorismo de Estado, recuperar la identidad de nuestra institución requiere todavía una ardua tarea militante. Reivindicar el proyecto político que transformó el sueño de una universidad para los y las trabajadoras en una realidad efectiva es clave para pensar y construir la Universidad y el Estado que queremos.
(1) Decreto 6403, en “La Revolución Libertadora y la Universidad”, Buenos Aires, 1956, pp 61-70.
Citas referidas:
-Reglamento de Organización y Funcionamiento de la Universidad Obrera Nacional, 1953.
-Dussel, Inés y Pineau, Pablo, “De cuando la clase obrera entró al paraíso: la educación técnica estatal en el primer peronismo” en Historia de la Educación Argentina, tomo 6, Editorial Galerna, 1995.
Julieta Gret es licenciada en Ciencias de la Comunicación y coordinadora editorial de La tela.
Ana Clara Isi es docente e integrante del consejo editor de La tela.