La fiesta que merecemos 

La fiesta que merecemos 

El primero de mayo, entre combates y celebraciones 

Por Lautaro Véliz 

Hubo momentos de la historia argentina en que el primero de mayo supo ser un día de celebración y de algarabía. Fueron épocas de ampliación de derechos y de dignidad para todo el pueblo trabajador. Pero esto no siempre fue así. Por otra parte, los orígenes de esta conmemoración no tienen nada de festivos. El primero de mayo de 1886, masas obreras de la ciudad de Chicago (EEUU) se organizaron y movilizaron solicitando mejoras en las condiciones laborales. En particular, exigiendo una jornada laboral de 8 horas en contraposición con las interminables de 14 y hasta 16 horas que regían (un reclamo del que, en Argentina, se ocuparían siempre gobiernos de carácter popular) (1). Tras una feroz represión policial, fueron detenidos arbitrariamente 8 obreros anarquistas acusados de liderar la manifestación, y luego de un juicio fraudulento, uno de ellos fue condenado a 15 años de trabajos forzados, otros 2 a cadena perpetua, y los 5 restantes, sentenciados a muerte en la horca. Exactamente tres años después, el 1° de mayo de 1889, la II internacional, en un congreso en París, lo decretó como “día internacional de los trabajadores” para reivindicar y conmemorar la lucha de estos obreros, a quienes se conoce como los “mártires de Chicago”.  

En Argentina el primer acto conmemorativo tuvo lugar en 1890, y desde entonces, cada año congregó a obrerxs y trabajadorxs para exigir y luchar por sus derechos en reuniones nutridas y signadas por la represión y la resistencia. Inicialmente, las manifestaciones eran propiedad exclusiva de anarquistas, socialistas y comunistas, muchos de ellos de origen inmigrante. Con la llegada del peronismo al poder, fue la primera vez que el 1° de mayo estuvo encabezado por un presidente de la nación que se “apropió” del acto y le otorgó una impronta decididamente nacional e institucional, algo que nunca le sería perdonado. 

Foto: Archivo Gráfico del Instituto Nacional Juan Domingo Perón de Estudios e Investigaciones Históricas, Sociales y Políticas

La llegada de Perón a la Secretaría de Trabajo y Previsión, primero, y a la presidencia después, trajo consigo una serie de medidas orientadas a mejorar directamente las condiciones laborales del pueblo. Además de la creación de sindicatos, el derecho a vacaciones pagas, de las mejoras salariales y de las nuevas regulaciones en favor de lxs obrerxs, el gobierno peronista hizo cumplir la Ley de jornada laboral de 8 horas, que había sido promulgada por Hipólito Yrigoyen en 1929, pero las patronales no cumplían. En este creciente contexto de dignificación de la figura del trabajador, y ante la efervescencia de una masa obrera que se sentía escuchada y representada por un gobierno puesto al servicio de sus intereses, Perón vio la necesidad de imprimirle un giro simbólico a la celebración del primero de mayo transformándolo en una verdadera fiesta de los trabajadores.  

El 1º de mayo no es ya la fecha propicia al dolor y la desgracia, sino a la alegría. La Fiesta del Trabajo, realizada jubilosamente por quienes trabajan en la edificación de la Patria.” (Perón, 1949). 

(Perón, 1949)

Los bombardeos del ’55 pusieron fin a una etapa. Poco a poco, la fecha que una vez fue festejo se tornó urgencia combativa, y los reclamos tomaron nuevamente el centro de la escena. No fue sino hasta la irrupción de un nuevo gobierno popular, ya en un nuevo siglo, que pudimos volver a mirar este día con ilusión y esperanza. Los gobiernos de Néstor y Cristina inauguraron una nueva etapa de conquistas y ampliación de derechos para las grandes mayorías, y las plazas se volvieron a llenar de abrazos.  

El primero de mayo se unió a diversos significantes según fue variando la situación del sector trabajador. Su origen nos exige recordar a aquellxs que pusieron el cuerpo y la vida para conseguir muchos de los derechos de los que hoy en día gozamos. Se fue imponiendo como gesta combativa de lucha y resistencia que, al mismo tiempo, devino símbolo festivo cuando nuestros líderes instauraron a lxs trabajadorxs como el eje vertebrador de sus políticas. Hace ya algunos años que esta jornada nos encuentra desesperanzadxs, con el amargo recuerdo del orgullo que alguna vez tuvimos de salir a las calles a celebrar la vida y los liderazgos populares. Primero fue el saqueo infligido por un gobierno empresario, luego, la pandemia, la guerra y un cúmulo de temores e indecisiones respecto de las políticas distributivas. Lo cierto es que, al cabo de todas estas circunstancias malditas, lxs trabajadorxs perdimos 20 puntos de poder adquisitivo mientras nuestra participación en la renta total descendía un 10% en favor de las patronales. Tan cerca pero tan lejos quedaban los años en que nuestro salario ocupaba el primer puesto de toda la región. Apenas siete años nos separan de aquella “década ganada”. 

Habremos de recomponer los lazos entre política y pueblo. Volver a trazar el vínculo entre las demandas de lxs trabajadorxs y las decisiones gubernamentales. De lo contrario, ya no habrá ningún motivo para celebrar, solo quedará la nostalgia por los días felices. Pero también sabemos de sobra que nuestro pueblo jamás renunciará a torcer, una vez más, el rumbo de la historia. Solo por este camino, podremos volver a ilusionarnos con la fiesta que merecemos

(1) La ley 11.544 que sancionó Yrigoyen e hizo cumplir el primer gobierno peronista, dejaba expresa la exclusión de los trabajos agrícolas, ganaderos y del servicio doméstico. Una injusticia que ni el propio Perón pudo revertir con su Estatuto del peón. Fue necesaria la sanción de la ley 26.727 en el año 2011 para establecer definitivamente la jornada laboral de 8 horas a todos los sectores de trabajadorxs en Argentina. 

Lautaro Véliz es especialista en política latinoamericana, licenciado en Periodismo e integrante del consejo editor de La Tela 

Foto slider: Pintura “Manifestación” de Antonio Berni.